Lo lógico, cuando te presentas a una investidura proponiéndote para Presidente de un país, es hacerlo mostrando con qué objetivos, con qué programa, con qué equipo y con qué apoyos pretendes tirar el proyecto adelante.
El Congreso de los Diputados, estos dos días, ha sido escenario de lo contrario. Pedro Sánchez sembró un desconcierto general. [Texto a parte merece la dramatización de la derecha].
Pues bien. Veníamos de meses de refutar los sí-peros / excusas del PSOE a la propuesta de un pacto de gobierno estable de izquierdas, con nosotras. Excusas en todos los campos, desde lo programático a lo personal. Vuestro programa es demasiado radical, decía el PSOE: así que centramos la exigencia en la aplicación material de los derechos sociales que dicta (y no se cumplen) la Constitución. No compartimos posición sobre el conflicto.Cat, decían luego: obvio, decimos. Alianza no es total adscripción. Y como habéis recibido más votos que nosotras tanto en España como en Catalunya esta vez, os corresponde proponer qué ruta de resolución. Ya, bueno, doblaron luego: el problema es la figura de Pablo Iglesias. Qué insultante es vetar a quien lidera el espacio político con el que dices querer pactar. Y aún así, Pablo decidió hacerse a un lado.
Llegamos a este pleno de investidura con las excusas muertas. Y nos encontramos con un Pedro Sánchez de desconcierto.
Presentó durante dos horas un relato muy generalista sobre cuestiones en las que considera hemos avanzado desde 1975, y sobre cuestiones – seis ejes – sobre las que considera que debemos avanzar en 2019.
Y a partir de ahí, y durante dos días, se dedicó a subrayar todo aquello que le separa hasta el total desacuerdo de aquellos partidos (varios) a los que necesita convencer si quiere ser Presidente – partidos que no cesamos en la voluntad y predisposición para un acuerdo de izquierdas y plurinacional, el único lógica y matemáticamente posible -. Al tiempo que alejaba las manos tendidas, se esforzaba en pedir permanentemente e insistentemente la abstención de las derechas españolas – algo explícitamente imposible -. Dolía de ver. [No es con la ayuda de la derecha que vas a hacer política izq.]
Dirigiéndose a nosotras, se abonó a invocar el condicional “si no llegamos a un acuerdo”, en lugar de cuidar las condiciones políticas para que ese acuerdo existiera. Cualquiera hubiese dicho que en realidad no lo deseaba. O que jugaba a otra cosa en el campo de la estrategia, que a algunos os parecerá inteligente pero que a mí me produce desolación.
El hemisciclo entero le pidió coherencia y aclaración. El PSOE se quedó muy solo en la votación.
Yo, tristeza del absurdo.
Nosotras no podemos ser ya más claras, inequívocas y directas. Este país necesita desesperadamente un gobierno de izquierdas estable, feminista y ecologista, para el que el bienestar de su gente sea absoluta prioridad. Eso nos compromete a nosotras, así que nos comprometemos con ello. Nos votaron para hacer lo imposible para levantar vida digna para la gente, y no cesaremos en tal voluntad. Redistribución y cuidar la vida.
Así que nos decidimos por la abstención hoy, como enésimo gesto de mano tendida. A pesar de – llena la casilla -, mano tendida porque esto va de la gente, de sus vidas. De sus derechos. De su malestar.
El jueves se repite la votación. El PSOE parece que hoy asume que debe ser racional, franca y respetuosa la negociación. Me voy a dormir soñando que, tras su soledad de hoy, haya algo de reflexión y punto de inflexión.