[Català / Castellano]
Tras medio año en un Senado que no quería funcionar; tras una segunda campaña de sabor extraño, de unos resultados buenísimos por lo que son y malísimos por lo que deseábamos que fueran. Después de un accidente de coche de los que te recuerdan la fragilidad humana, y de tres semanas de reposo absoluto, negro, caído. Hoy; de repente; estoy de nuevo en Madrid. En el Senado. Medio nublada.
Presentar la credencial, y reproducir ese acto ceremonioso que significa la promesa de acatar la Constitución. Me llaman por el nombre -a mí y a 265 senador(a)s más- y don Pío, presidente del Senado, sonríe al verme caminar hacia la Mesa [me pega la risa]; sabe que me tendrá que re-preguntar la pregunta, y así es, pues no le respondo lo que necesita oír. “¿Juráis o prometéis acatar la Constitución?” – “Sí, prometo trabajar por la igualdad entre las clases, la justicia de género y el bien común”. Sí, ya, muy bien, “pero … ¿Prometeis?”
Y todo transcurre como era previsible. Las votaciones: una alianza contra nosotras vuelve a dejarnos fuera de la Mesa, que es el grupito de gente que dirige la cámara. Siendo la tercera fuerza del Senado con 21 senador(a)s, el lugar que nos correspondería lo ocupa el PNV (seis senador(a)s), pues el PP y el PSOE así lo prefieren. Previsible, y aún así delirante. Aplauden todos, y aplauden a una Mesa presidida por un hombre y vicepresidida por dos hombres absolutamente WASP (metafórico).
Cabe decir que el patriarcado hace presencia sistemática entre las filas del PP cada vez que Ramón Espinar, portavoz de nuestro grupo, nos abraza para felicitarnos por la proclamación de senador(a), para reconfortarnos, dándonos la (re)bienvenida al grupo. Ante esta muestra de afecto, la absolutísima bancada popular suelta gritos de “ooooOOOOoooh!!” entre risitas desdeñosas y mofas maleducadas. Su incomodidad es digna de ver.
Y así pasamos la mañana. Con una sensación extraña de réplica de un momento anterior, de un día de invierno hecho de palabras similares y ritos idénticos. Recuerdo el desconcierto de ese día; y me repito la promesa interna, flojito, de no normalizar nunca este lugar, esta gente, no olvidar quiénes somos ni porqué estamos aquí.
Y todo tiene un aire folclórico, de ritual, vestidos y retoques y tacones y corbatas y gente que se saluda y cuchichea en los rincones. Y el desfile: 266 personas salimos tres veces a votar y una más para hacer la promesa: 1.064 viajes del escaño en la Mesa y volver al escaño. Comorera me comenta que le recuerda a una boda; a mí me recuerda más a misa; las mujeres del PP se cubren los hombros cuando se acercan al altar, e impera un tono repetitivo, solemne y somnoliento que trepa entre columnas y hasta una cúpula dorada.
Mientras tanto, llegan noticias terribles del Congreso. Nosotros y Podemos presentábamos a Xavi Domènech para presidirlo, buscando complicidad con los nacionalistas para recoger más votos que Patxi (PSOE). Las dos personas más votadas (que habrían sido Ana Pastor del PP y Xavi) pasan a segunda vuelta, y entonces el PSOE debería elegir entre el PP o nosotras. Una apuesta para intentar estirar la hegemonía hacia la izquierda, y hacia la centralidad de la plurinacionalidad y el derecho a decidir. Pero no llegamos tan lejos; ERC y Convergencia se abstienen; ningún apoyo a Xavi; cargándose esta opción. Escogen facilitar que Ana Pastor, del PP, sea la nueva presidenta del Congreso. Parece ser que Convergencia pacta su abstención a cambio de tener grupo, o sea pasta, aunque no le corresponda; y que ERC busca mantener el relato de la España irreformable. Las informaciones llegan en cuentagotas; y nuestro desconcierto es máximo.
Dentro del Senado, el tiempo pesa y el ambiente es denso. Cuando salimos de allí, agradecidas de reencontrar la luz del sol, nos saluda un aire ardiente. Madrid quema, literalmente. Y yo me marcho de allí con la sensación de haber vuelto a la casilla cero. Volvemos a empezar; esta vez más preparados, más conscientes y ubicadas; un poco mayores y algo más fuertes; estamos listas para la lucha. Hasta la ternura siempre.