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Empezamos nuevo curso político en el Senado y todo ha cambiado.
Tras la moción de censura en la que echamos al PP del Gobierno, la derecha española se muestra herida. Traicionada. No puede evitar pensar que el Estado le pertenece. – Y me viene a la cabeza Marta Ferrusola: “Es como si entran en tu casa y te encuentras los armarios revueltos porque te han robado”, decía cuando el Tripartito desbancó a Pujol.
Vuelvo al PP; el Senado es su guarida. Se recogen, y dejan salir las punzadas que tenían hasta ahora atadas por la mínima contención que les produce el gobernar. Fuera del Gobierno y con el triunfo de Pablo Casado, se perpetra el viraje de la derecha hacia el extremo. Allí donde habitan los monstruos que se alimentan de atizar el miedo.
El miedo a la inmigración, al otro, a lo desconocido, a la desesperación ajena. El miedo a que mude la patria, a que se desmonten los anclajes conocidos, la identidad estática. Y el miedo al cambio, a cualquier cambio, malo conocido mejor que bueno por conocer. Estos son miedos de raíz. Y construir un proyecto político sobre el miedo es miserable.
Hay viraje en los liderazgos, en los discursos, en la dureza. En el Senado ello se encarna aupando a portavoz a Ignacio Cosidó. Fue director de la Policía Nacional y surfeó, bajo sus pies, las cloacas. Un personaje conservador, religioso. De larga carrera dentro del PP y que lleva estos dos años de legislatura que ya hemos superado muy callado. Discreto. Sale ahora a primer plano y la línea que marca la dirección es clara.
Liderar en España la agenda de Salvini y de Le Pen. Escudriñar el nicho de votos miedosos que cosecha la extrema derecha en Europa, a ver si esto les devuelve al poder. PP y Ciudadanos – réplica peligrosa y desacomplejada – se pelean por este lugar oscuro: ¡cerrad puertas y ventanas, que nos quitan lo que es nuestro! – Y así comienza el curso en el Senado, con una primera Diputación Permanente exclusivamente dedicada a “la crisis migratoria que vive España”.
Un debate falaz. Todas las cifras desmienten que exista una supuesta “avalancha”, los flujos mundiales hace décadas que son estables. Lo que se vive en nuestras fronteras no es una crisis migratoria sino que es un drama humanitario sostenido y desatendido, para el que sólo hay una respuesta posible. Acoger (y enfocar las causas). – No hay efecto llamada por el hecho de acoger, hay efecto salida motivado por el horror absoluto; así que el único debate es si acogemos bien o acogemos mal, cuando acoger mal significa muerte.
En todo caso, esas situaciones extremas, pateras y personas saltando la valla, son una mínima parte – la mayoría llegan por vías legales – de la inmigración que llega a España, tienen muchos y muchas de ellas perfil de solicitante de asilo, y es perfectamente asumible para un país como el nuestro organizar una acogida digna, respetuosa y segura. Sellar el cementerio del mar.
Y añadiría, venimos de años de saldo migratorio negativo, más gente saliendo que entrando al país, y ese dato revela crisis, pobreza, malestar, expulsión; Para los y las jóvenes que han emigrado o emigran porque en España no tienen futuro [por la crisis económica y el desamparo que generan sus propias políticas de miseria], para la emigración precaria de la juventud la derecha no utiliza el concepto “crisis migratoria”. Ni hay alarma ni hay propuesta. – Cito y lo explicaba bien Ramón Espinar, ayer.
Así pues, en el Senado se prepara un curso que pinta miserable. Alejado de la verdad, conectado a los temores. Atizando el conflicto del penúltimo contra el último. Y cada vez que el Gobierno de Sánchez cede, duda, retrocede, falla – falla -, la derecha del miedo toma una bocanada de aire.
No permitir que este miedo y esta miseria calen es nuestro trabajo. Nuestro país es mucho mejor que estos temblores. Levantemos una esperanza. Una alternativa poderosa. Que quien nos roba no llega en patera. Que la seguridad y el bienestar de nuestra gente no se ganan con concertinas en las fronteras. Que la seguridad y el bienestar de nuestra gente se ganan repartiendo el pan: que los ricos paguen los impuestos que deben, y que haya un reparto vía servicios públicos que asegure la vida digna. Para todos. Para todas. Para que nadie tenga que irse. Para que quien lo necesita pueda llegar.
Contribuyamos nosotras a hundir el miedo. Se levante en su sitio la ternura.