8 de Marzo: mociones y emociones.

Amanece un 8 de marzo que para mí no es como otros. Estoy en Madrid. Un día de sol, aunque el calor no se nota. Así que a media mañana, las manos heladas y el estómago vacío, salgo a desayunar y pido un café enorme. También pan con tomate y queso, y una cosa os tengo que decir: el resto bien, pero eso de que no unten el tomate es imperdonable. En fin: desayuno, y mientras organizo el día, un 8 de marzo que no es como otros, no puedo evitar hacer un poco de balance, revisar qué es lo que tengo entre manos ahora mismo. Y tengo tres mociones. Y tres emociones. Las mociones son las siguientes: leerlas aquí. Las emociones las ordeno a continuación. Allá va.

La primera moción la entramos hace un par de semanas, yo en el Senado y Aina en el Congreso. Pedíamos derechos laborales para las personas, mayoritariamente mujeres, mayoritariamente migradas, que trabajan dentro de las casas. Trabajos duros durísimos, los suyos. Mal remunerados y desagradecidos. Invisibles y precarios. Tareas imprescindibles para la vida y que valoramos muy poco, tan poco que generalmente no generan ni tan siquiera derechos laborales. Ni paro. Ni vejez. Ni vacaciones. Nada. A cambio, muchos riesgos, y a menudo abusos. La emoción que acompaña esta moción es la  tristeza. La tristeza amarga que supura de la injusticia. Una emoción azul, el azul oscuro del agua turbia.

La segunda moción, registrada la semana pasada, es la propuesta para que se reconozca un permiso como el de maternidad a cualquier persona que cuide un recién nacido (una recién nacida: una nueva personita). Por tanto, fieles a los anhelos de la  Ppiina, pedimos el derecho a una baja larga para las mujeres y para los hombres. Para las parejas heterosexuales y para las homosexuales; cualquier tipo de familia. Y por nacimiento, adopción o acogimiento. Queremos permisos iguales, personales, bien pagados e intransferibles. Que el cuidado de otras personas tiene mucho valor, y queremos una experiencia compartida de lo que es cuidar. La emoción que está presente aquí es la alegría de estar haciendo las cosas bien. Una alegría amarilla, fácil, de saber que con un cambio tan pequeño puedes mejorar sustancialmente la vida de la gente.

La tercera: la presento hoy. Es una moción un poco especial, ya que proponemos que se cree una ponencia de estudio aquí en el Senado para revisar la Ley de violencia machista. Y es que la ley estatal fue muy avanzada en su momento pero ya cumple 12 años y está repleta de carencias. Violencias que no recoge. Agujeros negros que permiten la impunidad de tantos y tantos casos. 18 muertas en lo que llevamos de año. 540.000 mujeres en todo el Estado. Y una respuesta absolutamente deficiente a esta lacra (leer +).

La propuesta, entonces, es de evaluación; si nos dejan trabajar en ello, revisaremos las legislaciones autonómicas más avanzadas, como es la catalana, y nos servirán de guía e inspiración para la reforma de la ley española. Un buen encaje territorial también es eso: aprovechar lo que tenemos en cada lugar para replicarlo allá donde mejore la realidad existente. Y en Cataluña en este tema tenemos trabajo hecho, conocimiento acumulado: gracias al trabajo de hormiguita del feminismo organizado. Así pues, si nos dejan trabajar en este tema; invocaremos los saberes de quien convive cotidianamente con la aplicación de la ley – abogadas, juezas y fiscales, educadoras y profesionales-, y convocaremos a quien acompaña a las mujeres – entidades sociales y feministas-; nadie como ellas para conocer las luces y las sombras de la Ley, como bien se demostró la semana pasada en el Congrés de Violència Masclista de Barcelona: todo un despliegue de sabiduría. Nuestra propuesta, esta evaluación, intenté explicarla ayer, tragándome los nervios, tan bien como supe. A todo esto, la emoción aquí presente es algo parecido a la concentración. A lo serio. Un color gris plata, o un gris corbata.

Y se levanta el día. Y el 8 de marzo es siempre un poco especial, aunque para mí éste no es como otros. Paso la mañana en el Senado, puliendo trabajos, y al mediodía subiré al AVE para cruzar media España, tierras secas y nevadas, para llegar a tiempo a las 19h a Barcelona.

Que esta tarde es la mani, y a la mani no se puede faltar. Que es un despliegue de fuerza; de sueños, luchas y tiernas solidaridades. El grito de mujeres y hombres dispuestos a derrocar el patriarcado – Porque estamos hartas. Absolutamente hartas.

Así que me fundiré entre la gente y los gritos y buscaré a las mujeres, las que siempre están ahí, y las caras nuevas. Y levantaremos consignas, y tal vez canciones. Que las libertades se ganan a gritos y corren días oscuros para la libre expresión, para el pensamiento no amordazado. Y caminaremos como un solo cuerpo por las calles de Barcelona, y si nos tocan a una nos tocan a todas y su austeridad es nuestra desigualdad. La emoción de nuevo, aquí, presente a ratos, es la tristeza amarga que supura de la injusticia. Una injusticia que pervive a lo largo de los siglos, un dolor de múltiples caras (+). Una emoción azul, el azul oscuro del agua turbia; aunque a veces es la alegría de estar haciendo las cosas bien, una alegría amarilla, fácil, de saber que cada pequeño cambio, cada conquista, mejora la vida de la gente.

Y entre sentimientos ambivalentes caerá la noche y volverá la emoción gris, la concentración, lo serio, aquello que llega cuando siento que lo que estoy haciendo, de alguna manera, puede ser importante. Puede, depende de cómo y muy modestamente, liberar mujeres, como las libera la estela de la historia del movimiento feminista {y de alguna manera también libera a los hombres, porque el género es una putada lo mires como lo mires para el conjunto de la vida humana}. Des de aquí, des de mi pequeño rincón de mundo, mis pasos se suman a los de tantas otras. Hoy es 8 de marzo: ¡feliz día de combate!

  

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